Tuve la fortuna de vivir la poesía en diversas formas desde pequeño. Una de ellas, realmente impactante para mi y mis hermanos, era escucharla en la voz de mi padre, un declamador de gran fuerza dramática, teatral, que comunicaba su emoción de manera profunda. Algunas veces, cuando más pequeño, confieso que me asustaba, pues además no entendía el sentido de algunos de los textos que recitaba. Con el paso del tiempo, lo admiré, era notable, sin duda marcó parte de mi quehacer alrededor de la literatura.

Después en mi clase de literatura en la secundaria, el profesor Carrión, me puso en contacto tanto con Góngora, Quevedo, Fray Luis de León, pero sobre todo con la generación del 98, Unamuno, Blasco Ibáñez, los Machado (coincidiendo con la develación hecha por Serrat)... pero también se colaron en mi vida, no recuerdo cómo, García Lorca, Alberti, León Felipe, Neruda y más tarde Miguel Hernández, aquí sí, por culpa de Serrat. La lista creció rápidamente a partir de ahí...

Mi convicción. En un concierto, que me cuesta trabajo ubicar en el tiempo pues ocurrió hace mucho, mi querida Paz Angélica JIménez, en paz descanse -organizadora del evento- llevó a su mamá al evento. Ellos habían sido vecinos y amigos de mis padres en el barrio de El Santuario. Eran mis primeros intentos de mezclar la poesía con mis canciones, esa vez lo hice. Al bajar del escenario, me abrazó la mamá emocionada, al borde de las lágrimas, para decirme ¡cuánto le había recordado a mi padre cuando declamaba! Pocos halagos guardo así en el corazón. ¡Gracias a ambas!

Este espacio es pues un rincón especial, que utilizaré para compartir parte de mi trabajo, pocas veces develado, a pesar de la frecuencia con que mezclo textos y canciones. Espero lo disfrutes.

Recupero, en primer término, parte de lo publicado… pero vendrá más, mucho más.